LECTURA BIBLICA:
Lectura
del santo evangelio según san Lucas
(Lc 1,28-31)
El ángel entró
donde estaba María y le dijo: –Dios te salve, llena de gracia, el Señor está
contigo.
Al oír estas
palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué significaba tal saludo.
El ángel le dijo:
–No temas, María, pues Dios te ha concedido su favor.
Concebirás y
darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús.
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN. EL DON
DE LA PATERNIDAD Y MATERNIDAD
El
amor de los esposos, “no se agota dentro
de la pareja, ya que los hace capaces de la máxima donación posible, por la
cual se convierten en cooperadores de Dios en el don de la vida a una nueva
persona humana. De este modo los cónyuges, a la vez que se dan entre sí, dan
más allá de sí mismos la realidad del hijo, reflejo viviente de su amor, signo
permanente de la unidad conyugal y síntesis viva e inseparable del padre y de
la madre”, decía San Juan Pablo II (FC 14).
Como
María y José un nuevo don reciben los esposos con la Paternidad y Maternidad,
fruto del amor que los une y que los hace colaboradores de Dios creador, dador
de la vida. Así lo canta alegremente el Salmo 128,3-4: “Tu esposa será como una vid fecunda dentro de tu casa; tus hijos, como
brotes de olivo en torno a tu mesa. Así será bendecido el hombre que respeta al
Señor”.
Al
contemplar al hijo/a, hay una mirada nueva entre los esposos. Ya no es sólo mi
esposo o esposa, sino el Padre o Madre de mi hijo/a. Es un nuevo lazo que los
une: ser padres. Y de aquí ha de surgir siempre la gratitud al cónyuge. Porque
si han podido recibir el don de la fecundidad y engendrar a la vida un hijo no
ha sido solos e individualmente, sino gracias al otro.
“Al hacerse padres, los esposos reciben de
Dios el don de una nueva responsabilidad. Su amor paterno está llamado a ser
para los hijos el signo visible del mismo amor de Dios, ‘del que proviene toda
paternidad en el cielo y en la tierra’
(Ef 3,14)” (FC 14).
Asumir
esta responsabilidad de hacer visible el amor de Dios para los hijos nuevamente
hoy, es confiar en que Dios dará siempre lo necesario para vivir esta misión de
ser padres. Es acercarse a la fuente del amor que es Dios y vivir en la
confianza que el amor manifestado a los hijos, en los más pequeños detalles,
Él, hará que den fruto en el momento oportuno.
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