QUINTO DOMINGO DE CUARESMA
Aún
siendo tu amigo, Jesús, a Lázaro no le evitas la muerte (cf. Jn 11,1-45); como no nos evitas a nosotros caer en el pecado; y san Pablo dirá que
el fruto del pecado es la muerte (cf. Rm 6,23). El pecado nos encamina hacia la
muerte eterna, el vacío, la oscuridad, el aislamiento de una vida sin Dios y
sin nadie más, la soledad total… Mas, hay una serena certeza en Jesús que nos
da esperanza: esa situación de muerte servirá para que se manifieste la gloria
de Dios, y como dice san Ireneo de Lyon: “La gloria de Dios es el hombre viviente
y la vida del hombre es la visión de Dios”.
“Yo
soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mi, aunque haya muerto, vivirá”.
Esa es la certeza que quieres darnos a conocer y que nos invitas a creer en
esta última semana de Cuaresma. Tú, Señor Jesús, eres Aquel que nos hará salir
de nuestros sepulcros de muerte donde vivimos por el pecado (cf. Ez 37,12-14).
Eres quien ha venido a salvar y no a condenar; eres el Dios que crucificado da
la Vida; quien pronuncia su Palabra y nos libera de las esclavitudes a las que
este mundo nos tiene sometidos; el Dios hecho hombre que en medio de nosotros
nos trae con su vida, muerte y resurrección la misericordia y la abundancia de
la redención (cf. Sal 129,1-4.6-8).
¿Crees tú esto? Es la
pregunta que nos lanza Jesús. ¿Crees que tengo poder para arrancarte de la
muerte en la que te tiene sumergido el pecado? ¿Crees que puedo resucitarte a
la Vida, darte la reconciliación y la paz, devolverte la alegría de la
salvación, darte la Vida Nueva? (cf. Rm 8,8-11).