“FALTABAS TÚ”
Una navidad recibí una carta de mi
padre donde me contaba que en la cena de noche buena se habían reunido los 9
hermanos que tengo con sus familias y mis padres como cada año: “había una
silla vacía en la mesa, pues faltabas tú” –escribía mi Papá. Comprendí aquel
día que así es Papá Dios. Somos millones de seres humanos y todos y cada uno,
sus hijos, pero en la mesa, en el ambiente de familia, en el hogar puede que
faltes tú y te extraña, te añora, anhela tu presencia. Para Él no es
indiferente mi vida, tu vida: “¿Acaso olvida
una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues
aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido” (Is 49,14-15).
El corazón de Dios se conmueve por
la vida de cada hijo: “¿Cómo voy a dejarte, Efraím, cómo entregarte, Israel?.. Mi corazón
está en mí trastornado, y a la vez se estremecen mis entrañas” (Os 11,8-9). Y en su amor
paterno envía a su Hijo único para buscarnos, para salvarnos, para devolvernos
al hogar: “Porque tanto amó Dios al mundo
que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que
tenga vida eterna… para que el mundo se salve por él” (Jn 3,16-17).
Tu
vida es única y valiosa para Dios, tu Papá. ¿La razón?: “Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy” (Sal 2,7). “Dado que eres precioso a mis ojos, eres
estimado, y yo te amo. Pondré la humanidad en tu lugar, y los pueblos en pago
de tu vida” (Is 43,3-5). La gran prueba en esta Navidad es que nos da, otra
vez, a Jesús. Con el deseo que sepas que eres su hij@ y te vivas como tal.
No
temas volver, no temas acercarte en esta Navidad a Dios, su rostro es de Padre
y además rico en amor y compasión, que desea que todos vivamos en su amor y
compartamos con él la mesa del sentirnos familia, amados, valorados y no
enjuiciados ni condenados: “Alégrense
conmigo, porque he encontrado el hijo que se me había perdido” (cf. Lc 15,9).
Dale esa alegría, la alegría de la navidad de Dios.