Misionero Sacerdote Verbum Dei

viernes, 21 de marzo de 2014

DAME DE BEBER...

3º DOMINGO DE CUARESMA
                No sólo existe un agua que sacia la sed en el desierto y evita la muerte (cf. Ex 17,3-7). Existe también un agua que da la vida eterna: Cristo (cf. Jn 4,5-42). Él, es el agua que busca el corazón humano para saciar su sed de amor y felicidad; armonía, reconciliación y paz. Sed de una vida nueva y plena. Cristo nos la ofrece. Él mismo toma la iniciativa invitándonos a darle de beber, darle de nuestra agua, de la que hasta ahora hemos bebido.
                Esas aguas y sus pozos son muchos en medio de este mundo que prometiéndonos la vida feliz nos esclavizan: tener riquezas, disfrutar de tantos placeres como puedas, vivir como quieras y como si Dios no existiera, ensimismado y egoísta en tus propios intereses sin ver las necesidades de tu alrededor, una fe “light” y una “religión a la carta” donde tomas lo que quieras y más se te acomode a tu gusto e interés... Tantos pozos que no sacian. “Señor, nos creaste para ti y nuestro corazón no hallará sosiego hasta que no descanse en ti” (S. Agustin).
                “Dame de beber”, es la propuesta de Jesús a ese “corazón Samaritano” del ser humano. Dame esa agua y toma la que Yo te voy a dar. Ábreme tu corazón, sé sincero contigo mismo en esta cuaresma y reconoce que son muchos los pozos donde andas buscando y quizá aún no te has acercado a beber del agua de Aquel, que se convertirá en ti en un manantial capaz de darte Vida Eterna, la vida plena que deseas. Más, es necesario no endurecer el corazón (cf. Sal 94), no cerrarme a tu voz y tu presencia, Señor. No tener miedo a presentarte un corazón arrepentido, contrito y humillado; pero, a la vez, esperanzado que en Ti lo está encontrado todo; que Tú nos has amado cuando aún éramos pecadores (cf. Rm 5,1-2.5-8).
                “Soy Yo, el que habla contigo”, no esperes ni busques a otro que te pueda ofrecer la Vida nueva y plena que quieres. Aquella mujer lo vio y lo escuchó; sobre todo, abriendo su corazón bebió de esas palabras, de ese amor que Cristo le estaba brindando, un amor inmensamente misericordioso ante el cual ella reconoce su pecado, pero que se siente profundamente amada, salvada, reconciliada con Dios.
Así, plenamente feliz, como nunca antes lo había experimentado corre a anunciar al pueblo dónde está el pozo, o mejor, quién es el agua viva que sacia la sed que todos buscan. Y su mayor dicha será, cuando vea y escuche: “nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es, de veras, el Salvador del mundo”.

0 comentarios:

Publicar un comentario