(Lc 7,19-23)
¿Eres tú el que ha de venir o
tenemos que esperar a otro? Pregunta el Bautista, como muchos que esperan y
buscan al Mesías, al Salvador. Así, en esta Navidad hay tantos que esperan y
buscan. Pero, ¿qué están buscando?
Muchos hoy buscan regalos –baratos
por supuesto-, harina pa’ las hallacas, pernil “a precio justo”,… buscan
Navidad Tradicional. Otros buscan fiesta, gozadera, borrachera, vacaciones, playa,
descanso,… Navidad para descansar y divertirse. Algunos esperan un tiempo de Familia
unida, reconciliación, paz, un tiempo nuevo,… “Noche de paz, noche de amor…”.
Juan hace la pregunta acertada
¿eres tú, Jesús, el Hijos de Dios hecho carne, el que nos dará lo que esperamos
y buscamos? Hay duda en ese corazón: ¿Eres tú la Navidad o el espíritu de la
navidad? ¿Eres tú la verdadera alegría? ¿Eres tú “el Santo de los santos”, la
solución a tantos problemas, agobios, necesidades personales, familiares y
sociales o tengo que ir a la santería, a la adivinación, a los amuletos, a la
brujería?
“A veces perdemos el entusiasmo
por la misión al olvidar que el Evangelio responde a las necesidades más
profundas de las personas, porque todos hemos sido creados para lo que el
Evangelio nos propone: la amistad con Jesús y el amor fraterno” (Francisco. EG
265).
Jesús, el evangelio viviente, es
la respuesta. Vayan a decirle a Juan… “los ciegos ven”, pues “quien me ve a mí
ha visto al Padre”. Todos pueden creer y conocer a Dios a través de mí. “Los cojos andan”, curados de ese vicio,
pecado o debilidad del cual siempre cojean en la vida. “Los leprosos quedan
limpios”, limpios del pecado, del mal de tu corazón y que rodea tu vida. No los
baños de “limpia” que te hagan y tanto pagas. El único que te limpia de los rencores,
resentimientos, odios y heridas. “Los sordos oyen” las buenas noticias de la
salvación, hartos ya de desgracias, sólo la Palabra de Dios da esperanza, consuelo,
amor y auténtica paz. “Los muertos resucitan”, devolviéndoles el sentido para
vivir y el regalo de una vida nueva. Y “a los pobres se les anuncia el
Evangelio”, porque todo aquel que se ha encontrado con Cristo, no se lo guarda
para sí, no puede no darlo a conocer, pues llena la vida de alegría.
“Dichoso el que no se
escandalice de mi”, feliz el que me encuentre y haga experiencia que “Yo soy la
Vida”, “Yo soy el Amor”, “Yo soy la alegría de la Salvación” y lo sepa
reconocer en el pesebre, en este niño nacido en Belén.
“La alegría del evangelio llena
el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan
salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del
aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (Francisco. EG
1). Dichoso el que en esta Navidad se encuentre con Jesús en ese pesebre de
Belén.
P. Venancio,fmvd.
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